¿Dónde vas con mantón de manila?

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Seguro que al leer el título de este post, no puedes evitar que en tu cabeza resuene esa canción con la que nos deleitaban los artistas de antaño. Haciendo alarde la chulería madrileña y el duende del sur, el mantón de manila era protagonista de esa canción y del arte andaluz por excelencia: el flamenco. En la capital de España es fácil encontrar esta prenda como parte de la vestimenta tradicional de la chulapa. En el sur de nuestro país, ocurre lo mismo pero para mayor lucimiento de su arraigo, las flamencas siempre gustan de aderezar su atuendo con un mantón de manila, en su caso, flamenco.

El mantón no es algo exclusivo de la tradición española, en particular de estas tierras mencionadas. Sin embargo si es un elemento que adoptaron como suyo, originariamente, para guarecerse del frio. La historia del mantón se remonta milenios atrás y sus orígenes, a la Antigua China. Vamos a adentrarnos en la cultura popular para conocer como el mantón de manila, llegó a convertirse en el mantón flamenco por excelencia. Un complemento fundamental tanto para vestir como para bailar.

Lucir un mantón implica arte, duende o chulería, según la zona del país o el lugar en donde se esté utilizando. En la capital este accesorio se luce en momentos puntuales como las fiestas populares que rinden homenaje a sus patrones. Por el contrario, los del sur, gustan de lucir mantón en cualquier momento, aparte de sus populares fiestas del Rocío o la Feria de Abril. Cualquier razón es buena para colocarse un mantón y no hay tablao flamenco que se resista a lucirlo en sus espectáculos. Para que el atavío no caiga desprendido, nada como colocar un broche o anillo para mantoncillo como los que puedes encontrar en Vinda Store, una tienda con todo lo necesario para lucir y crear tocados o adquirir este tipo de elementos. Con un buen broche, el mantón siempre estará en su lugar. Hasta que la portadora, decida darle otro uso cuando baila.

Un regalo de oriente

No porque nos obsequiaran con este complemento de moda, pero si porque desde el lejano oriente, nos llega el legado del mantón que tiene una interesante historia y evolución. Como decíamos antes, su origen se remonta a la China de hace cuatro mil años. Aunque su nombre, hacer clara referencia a Manila, la capital de Filipinas. Esto es así porque en Manila se encontraban las colonias españolas, cuando en el siglo XVIII, a través de esas rutas coloniales, nos llegó este atuendo. Sus orígenes orientales se denotan en los motivos orientales bordados a manos sobre aquellos antiguos mantones de seda.

Al principio, el mantón se utilizaba como una prenda de abrigo que no tardó mucho en convertirse en el complemento de moda necesario para las vestimentas tradicionales. Existen varias leyendas en torno al origen del mantón. De las cuales, la más extendida es la de las cigarreras de Sevilla. Esta leyenda, cuenta que la tela de seda del mantón, no era otra cosa que la protección con la que se envolvían los fardos de tabaco que procedían del nuevo continente. Con ella, se protegía el contenido de la humedad. Una vez llegaban a su destino, las cigarreras se quedaban con las telas, las bordaban y las utilizaban para cubrir sus hombros.

A pesar de esta interesante teoría, sus orígenes chinos se dejan ver en sus bordados. En otros tiempos de inspiración claramente oriental; en la actualidad con temáticas de diversa categoría entre las que cabe destacar la floral. Esta temática en particular, esconde un lenguaje oculto pero que todo aquel que sienta interés, puede conocer.

Entre los bordados que podemos encontrar en los mantones, el significado de los mismos, va en función de lo que representan. Así la fauna tiene cabida en un bonito mantón. El ave fénix, el pavo real y las mariposas, son las tres especies que destacan sobre los mantones clásicos. Aunque pueden encontrarse otras especies. Resiliencia, alegría y transformación son los significados de estas tres en particular.

Dentro de la temática de la flora, en sus orígenes podemos encontrar la profusión de flores de loto que se pueden encontrar en todo el mundo. En nuestro país, es muy habitual encontrar rosas que se relacionan con la Pasión de Cristo, lirios, romero y margarita, suelen estar por igual, presentes.

Árboles, hojas y frutos, copan muchos de los mantones que podemos observar. Hojas de pino y parra, piñas y uvas son más que habituales. El primero alude al conocimiento, el segundo a la prosperidad.

La presencia de figuras humanas en un mantón es posible y en ella, se aprecia la influencia de la cultura oriental. Representaciones bordadas de la familia imperial china y las divinidades de la cultura del país, acompañan escenas cotidianas de la sociedad actual. La belleza y colorido que ofrecen este tipo de bordados hace que perduren y se realicen en los mantones modernos.

Cuando se luce un mantón de manila

Habrá quien considere que el mantón solo puede lucirse en ocasiones especiales o momentos puntuales. Pero como hemos podido comprobar, incluso la reina Letizia lo ha lucido en numerosas ocasiones, pues es un complemento adecuado para realzar cualquier look. Sin embargo, las que más lucen esta prenda, son las bailaoras de flamenco y, en ocasiones, las cantaoras. En las fiestas populares de la capital, como ya hemos dicho, es muy fácil encontrarse con chulapas que lucen su mantón.

En esta ocasión vamos a concederle el lugar que corresponde dentro del arte flamenco, puesto que son las bailaoras las que más utilizan este complemento. No solo como vestimenta, también como compañero de baile. En el flamenco, el mantón bien utilizado, es un complemento indispensable. Para una bailaora, constituye una prolongación del movimiento, alarde de la experiencia de quien maneja el mantón como si de una parte de su cuerpo de tratara concediéndole el movimiento y la vistosidad necesarios para lucirlo al compás de la música.

Aunque sabemos que el ritmo varía en función del palo que se interpreta, los movimientos del flamenco, son similares: pegado a los brazos, acompañando el braceo de la bailaora, agitado por delante y detrás o imitando el movimiento de un capote a manos del torero. Si se terciara, puede incluso agitarlo en círculos con una sola mano. Pero para lograr esa armonía entre bailaora y mantón, es fundamental que exista la experiencia y la flamenca domine la técnica. Esta es la única forma de que el mantón se convierta en una parte de su cuerpo.

Aparte del baile flamenco, el mantón ha logrado popularizar su uso en otras disciplinas musicales como el cabaret y la zarzuela. Claramente alejados del flamenco, juegan con el mantón para adornar y acompañar los movimientos de los cuerpos de baile.

Llegamos al punto en el que tenemos que hablar de los aspectos que hacen que el mantón de manila, sea un mantón de Manila. Las prendas deben cumplir con una serie de condiciones para asegurar esa vistosidad, la caída y el movimiento cadente que hace que el mantón, sea el excepcional compañero de baile que debe ser.

Lo primero a tener en cuenta es el material de confección. Debe estar confeccionado en seda natural y bordado de manera artesanal, nada de máquinas. De hecho tal nivel de artesanía hace imposible que existan dos mantones iguales.

Las medidas de un mantón deben ser de ciento cuarenta y cinco centímetros, cuanta con veintiuno de enrejado y treinta de flecos. En cualquier caso, al doblarlo en diagonal, debe cubrir la espalda y tocar los dedos de la bailaora (o quien lo luzca) con los brazos extendidos.

Debe tener el peso suficiente para que tenga cuerpo y no se arrugue durante el espectáculo. Algunos pueden llegar a pesar dos kilogramos.

Las bailaoras saben que es prudente contar con mantones en función del palo que van a bailar y en el que van a hacer uso del mantón. En el caso de las sevillanas, se recomienda un mantón más ligeros, al igual que con las bulerías, debido a la rapidez y dinamismo de sus movimientos. En cuanto a los colores, rojo, marfil, negro o blanco son los más habituales.

A modo anecdótico, comentar como el mantón llegó a convertirse en el complemento indispensable que es hoy. Al principio, como ya hemos comentado, se trataba de una mera prenda de abrigo. El uso del mantón se fue popularizando de tal manera entre las damas de la época que no había diferencia entre clases altas o bajas. Las referentes del flamenco de la época, como Pastora Imperio, la Macarrona o Matilde Coral, fueron las que impulsaron el uso del mantón dentro del baile, dentro de la escuela sevillana.

En definitiva el mantón de Manila bien merecido tiene su nombre como mantón flamenco, pues sin duda, las bailaoras se han apropiado del mantón para dotarlo de arte y concederle un lugar privilegiado en todos sus espectáculos. Nada como disfrutar de un buen espectáculo en un tablao flamenco para poder contemplar el embrujo que produce la cadencia del mantón durante el baile. La belleza que destila el movimiento sinuoso de la tela, deja al espectador totalmente cautivado.

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