Hacer lo que amas mejora tu salud mental

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¿Hacer lo que amas, o lo que te da dinero? Eh ahí la eterna lucha de hoy en día, esa que trae de cabeza a la sociedad y a la que los jóvenes de hoy día tienen que combatir.

Soy escritora. Sé lo que es escuchar una y otra vez que la escritura no da dinero, que es mejor tener un «trabajo de verdad» y que haga de la escritura un simple pasatiempo. He escuchado a personas decirme que me estoy arriesgando demasiado, que debería haber estudiado algo con más «salida» y que, en algún momento, me cansaré y tendré que buscar otra cosa.

Pero aquí estoy. Y no, no me he cansado. Y sí, sigo escribiendo. ¡Incluso tengo una empresa de escritura gracias a la que vivo!

Y tú, puedes hacer lo mismo.

 

Los jóvenes actuales se enfrentan a una guerra sin precedentes: elegir algo que dé dinero, en lugar de que les guste

Vivimos en una sociedad que nos ha enseñado desde pequeños que el éxito es sinónimo de estabilidad económica. Nos dicen que estudiar algo con «salida» es la única opción que cuenta, tal y como está el mundo, que las carreras artísticas o creativas son sueños bonitos, pero poco rentables. Y esto, lejos de ser un consejo bienintencionado, es una presión brutal para quienes desean dedicarse a algo fuera de lo convencional.

Es normal escuchar a padres decirle a sus hijos que mejor estudien derecho, medicina o ingeniería. Que escribir, dibujar, hacer música o dedicarse al teatro es cosa de afortunados, de aquellos que «lo consiguen» entre un millón. Lo que no nos dicen es que, si todos pensáramos así, la sociedad entera perdería su esencia. No habría libros, películas, cuadros, obras de teatro ni canciones.

¿Realmente queremos un mundo sin arte?

 

¿Cómo afecta esto a tu salud mental?

La presión por estudiar algo rentable, en lugar de lo que realmente nos gusta, tiene consecuencias muy graves en la salud mental. Ya no hablo solo del hecho de sentirse atrapado en un trabajo que no te llena (lo cual, hablando en plata, es de las peores cosas que puedes sentir), sino de la sensación de que nunca has podido ser quien realmente querías ser.

El estrés, la ansiedad y la depresión están en aumento entre los jóvenes que han optado por carreras impuestas por la presión social. No es raro ver a personas que, tras estudiar durante años algo que no les interesa, acaban abandonando su profesión o sintiéndose completamente vacías. Y lo peor es que muchas ni siquiera se atreven a dar el salto a lo que realmente querían hacer, porque ya han interiorizado que «no se puede vivir de eso«.

Yo misma he pasado por momentos en los que dudé de si seguir escribiendo era la mejor opción. ¡Incluso dudé de empezar! Pero, cada vez que intentaba alejarme, me sentía peor. La satisfacción de hacer lo que amas no tiene precio, y negarte ese derecho por miedo al qué dirán o a la estabilidad económica es una sentencia a una vida infeliz.

 

Carreras poco convencionales consideradas que no dan dinero ni salida

Escribir, pintar, actuar, hacer música, bailar, diseñar… Todas estas son profesiones esenciales para la sociedad, pero constantemente se les minimiza y se les trata como «hobbies». Sin embargo, ¿cómo es posible que se diga que no dan dinero si consumimos arte a diario? Leemos libros, escuchamos música, vemos series y películas, admiramos ilustraciones y cuadros. Todo lo que nos rodea está influenciado por creadores que, en algún momento, tuvieron que enfrentarse al mismo dilema: hacer lo que aman o ceder a la presión social.

Lo curioso es que, si bien es cierto que algunas de estas carreras requieren esfuerzo y constancia para generar ingresos estables, también lo es que cualquier otra carrera tiene sus propias dificultades. Hay abogados sin trabajo, médicos mal pagados y arquitectos frustrados. No existe ninguna profesión 100% garantizada. La diferencia es que a quienes eligen algo «convencional» no se les cuestiona constantemente si van a poder vivir de ello. Y de ahí surge el estrés.

Además, muchas veces se olvida que las oportunidades laborales han cambiado. Internet ha abierto puertas que antes parecían inalcanzables. Hoy en día, hay escritores autopublicados que venden miles de copias, ilustradores que trabajan con clientes de todo el mundo y músicos que han construido su audiencia sin necesidad de grandes discográficas. Incluso, nos señala Kristina Kryzanovskaya, profesora de piano y solfeo con más de 10 años de experiencia dando clases de piano, se nos olvida que otra opción es enseñar tu arte a las nuevas generaciones y vivir de enseñar a otras personas a seguir sus sueños.

Las herramientas existen, pero el miedo y los prejuicios siguen limitando a quienes sueñan con dedicarse a algo fuera de lo común. En lugar de desalentar, deberíamos enseñar cómo hacerlo posible. El talento no es el problema, sino la falta de apoyo y orientación real.

 

La doble moral de la sociedad

Otra gran contradicción es que la misma sociedad que desalienta las carreras artísticas luego consume arte de forma masiva. Se burlan de quienes estudian cine, pero ven películas cada semana. Dicen que la música no da dinero, pero escuchan canciones a diario. Desprecian la literatura, pero esperan con ansias el siguiente bestseller.

¿En qué quedamos? ¿El arte no da dinero o simplemente se niegan a reconocer su valor? El problema no es que las carreras creativas sean inútiles, sino que muchas veces quienes critican ni siquiera entienden el proceso detrás de ellas. Hacer arte, en cualquiera de sus formas, requiere esfuerzo, dedicación y talento. No es un capricho, es una profesión como cualquier otra.

 

El problema del miedo inculcado

Muchas personas no siguen sus sueños porque, desde niños, se les ha enseñado a temer al fracaso. Nos han educado para pensar que equivocarse es un desastre, que cambiar de rumbo es un fracaso y que el éxito solo se mide en términos económicos.

Pero, ¿qué pasa con la satisfacción personal? ¿Con el bienestar mental? ¿Con la sensación de levantarte cada día sabiendo que estás haciendo lo que realmente quieres? No se trata de romantizar la inestabilidad ni de ignorar la realidad económica, sino de entender que la felicidad también es un factor clave en la vida. Y que, en muchos casos, proviene de hacer lo que amas.

El miedo al fracaso se ha convertido en una barrera. Nos enseñan a elegir lo «seguro», cuando lo único seguro es que, si no hacemos lo que nos gusta, viviremos con una sensación constante de insatisfacción. No hay nada de malo en intentar algo y fallar. De hecho, muchas personas exitosas fracasaron varias veces antes de lograrlo. Pero si ni siquiera lo intentamos, nunca sabremos hasta dónde podríamos haber llegado.

Es necesario cambiar la mentalidad desde la infancia. En lugar de inculcar miedo, deberíamos fomentar la exploración, el aprendizaje y la perseverancia. Si desde pequeños nos enseñaran que el error es parte del crecimiento, más personas se atreverían a seguir sus verdaderos intereses sin sentir que arriesgan todo.

 

Es hora del cambio y de apostar por el amor propio

¿Por qué seguimos diciéndole a los jóvenes que no pueden vivir de lo que les apasiona? ¿Por qué no educamos en lugar de desalentar? En lugar de decirles «no hay salida», podríamos enseñarles cómo pueden hacerlo. Existen oportunidades, aunque el camino no sea el tradicional. Hoy en día, con internet, hay formas de monetizar prácticamente cualquier talento. Pero si desde pequeños solo escuchan que no lo lograrán, lo más probable es que terminen rindiéndose antes de intentarlo siquiera.

El problema no es la falta de talento o de posibilidades, sino el miedo infundado que se transmite de generación en generación. Nos han hecho creer que la única opción segura es seguir caminos preestablecidos, cuando la realidad es que el éxito no está garantizado en ninguna profesión. Muchos de los grandes referentes en arte, música o literatura tuvieron que luchar contra la misma mentalidad limitante. No llegaron lejos por suerte, sino porque insistieron en hacer lo que amaban, incluso cuando el mundo les decía que no podrían lograrlo.

Es momento de cambiar el discurso. En lugar de decir «no hagas esto porque no da dinero», deberíamos enseñar a aprovechar las herramientas actuales para crear oportunidades. Si alguien quiere ser escritor, ilustrador o músico, en vez de asustarle con la falta de estabilidad, podríamos enseñarle estrategias para monetizar su trabajo, crear una comunidad y hacer de su pasión una fuente de ingresos. El talento sin estrategia puede perderse, pero con el enfoque adecuado, cualquier vocación puede convertirse en una profesión real y sostenible.

 

Haz lo que te gusta, aunque no recibas el apoyo de nadie

Si quieres ser escritor, escribe. Si quieres ser músico, toca. Si quieres pintar, pinta. No esperes la aprobación de los demás para seguir tu camino. Muchas veces, quienes te rodean no entenderán tu pasión, pero eso no significa que no valga la pena.

La sociedad siempre necesitará creadores, aunque se niegue a reconocerlo. No te dejes convencer de lo contrario. Habrá momentos de duda, de frustración, de miedo. Pero lo que realmente importa es que sigas adelante.

Apostar por lo que amas es apostar por ti mismo, y no hay decisión más valiosa que esa.

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